¿Qué tipo de viñadores somos?
Por el Padre Jairo Gregorio Congote
¿Qué tipo de viñadores somos? Por tercera vez consecutiva, Jesús explica a sacerdotes y fariseos la historia de la salvación: El amor infinito de Dios y la infidelidad pertinaz de su pueblo. Jesús mismo usa una parábola del Reino para escribir su autobiografía: Lo matarán y resucitará.
El dueño de la viña envía a su propio Hijo con la esperanza de que al menos a él lo respeten y lo acojan; pero la tentación es muy grande: “Hay que matar al hijo y quedarse con su herencia”. Hace dos mil años mataron efectivamente al Hijo de Dios. No podían soportarlo. Creyeron que así silenciarían para siempre aquella Voz que les hacía sentirse profundamente incómodos. Si conseguían callarlo, podrían de nuevo vivir tranquilos, disfrutar de su privilegiada posición. Pero se equivocaron. “La piedra que desecharon se convierte en la piedra angular de la salvación”.
Cristo realiza la venida de su Reino por el misterio de su muerte en la cruz y su resurrección. Está naciendo un pueblo nuevo destinado a producir frutos. La Iglesia recibe la herencia del pueblo elegido.
Dios sigue enviando mensajeros urgiendo resultados. El Papa, los misioneros, los seglares comprometidos actúan como la conciencia de la humanidad que da testimonio con su vida. Sin embargo son rechazados o ignorados porque resultan incómodos para un esquema de vida materialista y libertina.
Aquellos “hombres de bien” de Israel eran “cumplidores”, conservaban externamente la Alianza, iban a la sinagoga, recitaban sus oraciones, pero no cumplían el espíritu de la ley, no aceptaron a Cristo. ¿Y nosotros? El mayor escándalo de nuestro tiempo siguen siendo los creyentes mediocres y cómodos. Ellos son el verdadero enemigo de la fe y de la Iglesia, cuando la carcomen desde dentro de sus filas.
En cierto sentido todos formamos parte de los viñadores homicidas. Lo hemos matado, y nos encontramos con un mundo en el que miles de hombres y mujeres mueren de hambre, miles de niños no alcanzarán la edad adulta. Nos encontramos con corrupción de menores, con mujeres explotadas. Nos encontramos con los astrólogos y los magos, a los que acude la gente para ver cómo va a influir en ellos la conjunción de los astros. Esta es la herencia que está recogiendo el mundo que se empeña en matar al Hijo.
¿Qué pasaría si lográramos recuperar la herencia del Hijo? Una herencia en la que hay un objetivo final: el hombre, su felicidad, su desarrollo pleno con todas sus posibilidades espirituales y naturales. Si pudiéramos recuperar la figura de Jesús y la transmitiéramos fielmente con el ejemplo de nuestra vida, es muy posible que los hombres asumiesen el compromiso de vivir como resucitados.
Esta parábola fue escrita para nosotros: ¿Nuestro comportamiento es como el de los viñadores homicidas? ¿Somos viñadores descuidados, infieles, estériles, que frustran los planes de Dios? ¿Creemos verdaderamente en Jesús, aceptando su criterio de vida como nuestro? En la Eucaristía celebramos a Jesucristo resucitado, la “verdadera vid” que supo dar frutos plenos a su Padre y que además se ha hecho vino para nosotros, para que bebiéndole aprendamos a dar frutos en Él. Vayamos a recibirlo con fervor en la comunión. Así sea.