Young Writers: Extraño Ser Libre

Por Cynthia Salinas

Sofía Rivera tenía treinta años cuando intentó por séptima vez cruzar la frontera. Después de semanas al  fin lo consiguió.

Todo comenzó con un viaje en avión de Guerrero a Tijuana, escapando de los carteles de la droga, de funcionarios corruptos del Gobierno, sufriendo pobreza, corriendo a través de los puestos de vigilancia de la frontera Tijuana-California, escondida en el piso de un coche sin poder casi respirar hasta que estaban lejos de la línea divisoria.  Después atravesando kilómetros de desierto, escondiéndose en casas abandonadas en ruinas, viajando en furgonetas sin ventilación, apretujada con veinte personas, bebiendo sólo unos cuantos tragos de agua al día de una botella, rodeada de hombres que “en broma” amenazaban con violarla.  Todo esto ocurría mientras ella estaba embarazada.  Años más tarde Sofía aún sufre pesadillas.

Como la mayoría de los inmigrantes indocumentados ella nunca quiso estar aquí.  La Señora Rivera tenía planes para una vida lejos del miedo perpetuo a la deportación. Sin embargo, cuando su hermana enfermó de anemia de células falciformes, se vio obligada a venir a los Estados Unidos .

“Para ser honesta realmente no quería venir; yo iba a la Universidad, era mi segundo año; quería ser Abogada, ese era mi objetivo.  Con mi hermana enferma, necesitábamos dinero para comprarle un seguro; mi hermano menor ya estaba aquí.  Mi mamá me dijo:   -Por que no vas a los Estados Unidos a ganar algo de dinero.-  Realmente mi hermana estaba muy enferma y de alguna manera me convencieron.  Mi hermano compró los boletos de avión Acapulco-Tijuana. Después llegué a California a lavar platos y dormir en el suelo.”

Sofía relata que sus verdaderas luchas y temores comenzaron después que cruzó la frontera: “Cruzar la frontera es más fácil que sobrevivir en Estados Unidos. El temor más grande es que me deporten y mi hijo se quede aquí sin saber con quién”. Conforme transcurría el tiempo se daba cuenta que no era bienvenida. Deseaba y soñaba volver a México.  “Extraño la playa, a mis padres, a mi familia; porque allá eres pobre pero libre y no experimentas sentimientos de odio.”

Trabaja tan duro como cualquier ciudadana norteamericana, luchando siempre por superarse, subiendo esa montaña inalcanzable.  “Aunque nunca había estudiado inglés, creo que lo hice bastante bien, tartamudeando muchas veces porque no podía decir las palabras adecuadas y fue muy difícil, pero lo mas difícil es hacer que le caigas bien a la gente.”

“En Omaha conocí a personas que fueron gentiles y buenas conmigo; no puedo  decir lo mismo de Council Bluffs, pues fue todo lo contrario.  Me hicieron sentir que era de lo peor, que yo no pertenecía a esta Nación, que cómo podía tener una tarjeta de crédito si era Mexicana y no tenía derechos. Yo me sentía muy mal, pero así sucedieron las cosas y no podía hacer nada para cambiarlas.”

La señora Rivera está muy consciente de su situación, de que no debería estar aquí, pero nunca ha podido cambiar este hecho.  “No tienen derecho a humillar a la gente porque es de color, Mexicana o de otra raza. No creo que sea lo correcto, pero supongo que yo estoy invadiendo su espacio, soy inmigrante illegal. Para ellos una persona ilegal no tiene los mismos derechos, es un don nadie.”

Cuando le pregunté a la señora Rivera si se sentía como un “don nadie”, hablando con la emoción y el dolor reprimidos por años, porque las historias de inmigrantes indocumentados rara vez son contadas, con voz llorosa y gutural me respondió:  “Asi es como alguna gente me hace sentir. Cuando no tienes estatus te sientes nadie, no cuentas.  Pago mis impuestos y el seguro social y todo lo que las personas blancas pagan y no tengo derechos.  Mi dinero cuenta, lo toman y lo guardan, pero Yo no cuento.  ¿Por qué sucede eso?  ¿Quién decide si cuentas?  No puedes aceptar que eres una persona sin derechos, que eres menos que otras. Te hacen sentir diferente por la forma en que hablan de ti; por los nombres que nos asignan: Dora, wetback, beaner, extranjero ilegal, basura española, traficante de drogas, etc. Tu sentido de la identidad está sacudido, tu no sabes quién eres pero todos parecen tener una idea de quién eres.”   

Luciana Rivera, sobrina de Sofía, quien ahora es estudiante de segundo año en el Lewis Central High School y una consumada artista tuvo algunas respuestas:  “Cuando tenía solo ocho años, empecé a sentirme separada de mis compañeros de clase en Titan Hill Elementary.  Una cosa que realmente me molestó fue que en el tercer grado me pusieron en una clase especial de inglés en la que sólo había niños cubanos, españoles y mexicanos.  La mayoría de los niños en la clase necesitaban ayuda y únicamente a nosotros nos separaron, aunque no la necesitábamos . Como niños que éramos supusimos que era normal, que este era el procedimiento aplicado a todos los niños, hasta que caí en cuenta que ningún niño blanco toma la terapia del habla en inglés, necesitándola.  Fuimos segregados racialmente porque éramos hispanos  y latinos. Ser latino era para ellos sinónimo de incompetente para aprender su idioma”

“Había una niña de Ucrania, blanca, que apenas hablaba algo de inglés y sin embargo no la pusieron con nosotros.  Esta estudiante se quedó atrás porque no le dieron los recursos apropiados para adaptarse a su entorno escolar, mientras que otros recursos fueron inadecuada e ineficazmente canalizados a niños que no necesitábamos clases de idiomas.”

“Podrán decirme que en nuestra escuela solo estaban tratando de ayudarnos, pero creo que el impacto supera la intención y a mi me impactó profundamente, al grado de aislarme de todos y con problemas para hacer amigos, sintiéndome mejor en el segundo plano, dejando de mostrar mis dibujos. Aunque esto me hizo también extremadamente ansiosa por superarme y destacar.”  “Me siguieron evaluando los tres años que estuve ahí.  Yo era feliz en México cuando era niña.”

Por su parte la señora Rivera habla del esfuerzo que implica mantener su cultura para poder pasarla a su único hijo dentro de una comunidad blanca de habla inglesa;   “Lo positivo de la gente y cultura Mexicana se ha convertido en una señal débil, invisible, desconocida para los hijos de los inmigrantes.  Es un gran desafío para los hijos que conserven sus raíces y tradiciones y se sientan orgullosos de ser mexicanos, luchando contra la discriminación y al mismo tiempo sigan con su instrucción escolar inglesa y tengan éxito en este País.  Muchas veces pesa más en ellos la cultura norteamericana que la nativa.”

“Es  muy difícil criar a un niño que no sabe su idioma nativo, pero  pienso que es mejor para que no tenga acento y no pase por lo que su madre ha pasado. A veces  hay una falta de comunicación con mi hijo porque no me entiende al cien por ciento y es frustrante, pero aún así, quiero que mi hijo vaya a la Universidad para demostrar de qué estamos hechos.”

“Quiero que mi hijo conozca su lado mexicano y a su familia, pero no quiere ir  allá porque piensa que en México todos son secuestradores y no sabe que hay crimen en todas partes:  Colombia, Venezuela, Honduras, El Salvador, etc. y solo con información podremos superar esto.”

La Señora Rivera comentó que la gravedad de la situación aumentó con la llegada de Donald Trump a la Presidencia.  “Antes de Trump estábamos mal, pero ahora es peor. Sabes que hay racismo pero ahora es más obvio, pues se sienten apoyados porque el señor Trump los incita:  Este es nuestro País, dijo, vamos a hacer a América Grande! –Vamos a detener a todos los extranjeros ilegales! .- Estos son malas personas, traficantes de drogas, violadores y asesinos!  Para Trump todas las personas de habla hispana somos lo mismo”.

El sentimiento compartido en la familia Rivera es que solo están tratando de vivir sus vidas honestamente y apoyarse entre ellos mismos.  Valoran el trabajo y saben que la mayoría de la gente es buena.  Quieren una casa con cuatro paredes que no esté hecha con lodo y cocoteros, con iluminación que no sea un cable estirado entre palos, agua que no venga de pozos de barro y plomería que funcione. Quieren un gobierno que no sea corrupto, un gobierno que ayude a la gente, donde puedan hablar sin ser castigados.

“Aquí hay gente buena y mala, blanca y negra; existen todo tipo de personas y trabajamos duro por lo que queremos.  No queremos nada gratis, solo un trabajo honrado y que la gente sepa que venimos huyendo de la pobreza, de la inseguridad y de la corrupción de nuestro gobierno y que anhelamos una mejor vida para nuestras familias.  No venimos a lastimar a nadie ni a quitarle nada, no somos criminales, somos personas normales que si nos dan oportunidades nos convertiremos en algo muy valioso.”