¡Viva la Pascua: resucitó, aleluya!

Padre Jairo Gregorio Congote

Pedro y Juan, después de haber escuchado la noticia que les llevó María Magdalena, van al sepulcro. Y nos cuenta el texto que: “Hasta entonces no habían entendido la Escritura, que Él había de resucitar de entre los muertos”. Que Él tenía que resucitar, que Él debía resucitar; no habían entendido eso. Yo me hago esta pregunta: “¿Y cuántos de nosotros sí hemos entendido eso?” Porque ahí dice que los Discípulos no entendían por qué Cristo tenía que resucitar. Pero, ante el sepulcro vacío, entendieron por qué debía resucitar. Eso les pasó a ellos, ¿y a nosotros? ¿Qué lugar ocupa la resurrección de Cristo dentro de nuestra fe cristiana?
Tal vez muchos de nosotros estamos en la misma situación de los Apóstoles cuando llegaron al sepulcro. Cuando llegaron al sepulcro vieron cosas: las telas, los vendajes que había tenido el Señor, el sudario que había servido para guardar su cuerpo, vieron esas cosas; pero hasta ese momento no habían entendido por qué tenía que resucitar. San Pablo dice en la Primera Carta a los Corintios, “Si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana”. ¿Pero por qué es así? ¿Cuál es la importancia que tiene esa resurrección del Señor, como para que nosotros digamos: “Ahí está el centro de nuestra fe? La resurrección de Cristo no es comparable con la resurrección de Lázaro, aunque utilicemos la misma palabra. Lázaro fue vuelto a esta vida, a esta. Una muchachita, hija de un señor llamado Jairo, fue resucitada por Jesucristo, pero Cristo la volvió a esta vida. La resurrección de Jesucristo no se parece a esos actos maravillosos, pues son distintos de los que aconteció con Él y de lo que estamos celebrando hoy. Las personas que vuelven a esta vida, no han resuelto el problema de la muerte. La hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naím, Lázaro, se volvieron a esta vida, no resolvieron el problema de la muerte, porque después de un tiempo volvieron a morir.
En cambio, en la resurrección de Jesucristo, es algo distinto. Nos dirá San Pablo: “Una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere”. Y la frase más importante: “La muerte ya no tiene poder sobre Él”. ¿Por qué esto es tan importante para nuestra fe? Porque lo último que le pueden quitar a uno es la vida. La manera más drástica de acabar con todos los sueños, los trabajos, los proyectos, los anhelos, los amores de uno; la manera de frenar todo lo que uno es, es precisamente destruyéndolo con la muerte. La muerte es el arma poderosa que intenta producir el silencio absoluto del adversario, es la manera de acabar toda evidencia, es la manera de aniquilar, es la manera más cercana de aniquilar el acto creador en la otra persona. Cuando Jesucristo vence a la muerte, quiere decir que ni siquiera el arma más potente de todos los imperios, de todos los estados, de todos los grupos, de todas las ideologías; el arma más potente en todos los siglos, en todas las culturas resultó inútil para frenar la causa de Jesucristo; resultó inútil para frenar su capacidad, su fuerza de vida.
La fuerza más grande es la de aquel que vence, y lo que estamos descubriendo es que el mal utilizó toda su fuerza, todos sus recursos, hizo todo lo que pudo, y fue mucho lo que pudo, si no, vuelve a ver la cruz de Cristo; el mal hizo todo lo que pudo. Como dice el salmo: “La trampa se rompió y escapamos” se les escapó. Intentaron apresarlo, luego amarrarlo, luego debilitarlo, luego clavarlo y luego sepultarlo, es un intento de encarcelarlo, pero se les fugó, Cristo se les fugó de las prisiones tenebrosas del mal; Cristo se le escapó al mal. Todo el poder del mal no fue suficiente; la muerte no fue suficiente; la traición no fue suficiente; el odio no fue suficiente. El saludo cariñoso, fraterno, alegre, el saludo de hoy es: “¡Feliz Pascua! Ese es el saludo gozoso que nos hemos dado, seguramente, ya todos; “¡feliz Pascua!” ¿Y por qué felicitar a tus amigos, parientes, vecinos, por qué decirles “feliz Pascua?” Porque tienes a tu favor una amor que es más grande que todos los poderes de esta tierra: el amor de Dios manifestado en Nuestro Señor Jesucristo.”