Naty Aguilar, ejemplo de lucha, empoderamiento y admiración

Todos en la vida tenemos algo por lo que sentirnos orgullosos, algo que nos define e impulsa a seguir nuestros sueños y un talento nato que debemos de compartir con otros. Sin embargo, muchas veces dejamos a un lado toda esa esencia de nuestro ser por factores que involucran situaciones personales ligadas a la familia, el trabajo o la falta de perseverancia y concentración para continuar haciendo lo que más nos gusta. Pero este no es el caso de Naty Aguilar, a quien, en esta ocasión, les presento como un ejemplo de lucha, empoderamiento y admiración.

Y es que, pese a que Naty nació en Chicago, Illinois., sus raíces mexicanas siempre las ha mostrado con gran orgullo y de una manera espectacular a través de las pistas de baile, en las cuales se comenzó a preparar desde que tenía 13 años, pues al ser su mamá, la señora Rosa M. Palos una de las bailarinas de ballet folclórico más reconocidas de la Ciudad de los Vientos, vio en ella la inspiración para seguir sus pasos y desenvolverse en este mundo artístico que representa a la cultura de nuestro amado país. Así, durante varios años aprendió nuevas técnicas, exploró diferentes tipos de baile, hasta que, a la corta edad de 16 años su pasión se vio en la necesidad de ser pausada debido a que estaba esperando a su primer hijo. Por un tiempo, Naty se dedicó al cuidado de su primogénito, pero en el fondo extrañaba las pistas, el baile, los colores, el vestuario y, por supuesto, las presentaciones; así que, apoyada por sus instructores y el instituto al que asistía, le permitieron poder llevar a su pequeño para que ella pudiese continuar preparándose.

“Mi mamá nació en Durango, México., pero se vino de muy joven a los Estados Unidos y se estableció en Chicago, en donde se preparó arduamente hasta convertirse en una figura muy reconocida del ballet folclórico. Fue justamente al verla a ella lo que me inspiró, además de que siempre me apoyó y me motivó a hacerlo. Al principio, cuando tuve a mi primer hijo fue muy difícil, pero no desistí y continué esforzándome para no dejar lo que me hacía y continúa haciendo feliz. Estuve así durante varios años, hasta que nos mudamos a Omaha y aquí también me presenté en diversos eventos importantes hasta que un día conocí a Leah Moreno, quien desde el primer momento en que me vio, expresó su admiración por el desenvolvimiento tan natural en mi persona en la pista de baile”, expresó.

Desde ese instante y ya con gran experiencia en el baile, Naty decidió salirse del Museo Latino y emprender un nuevo camino que la mantenía intermitente. Es decir, intentaba compaginar su amor a la danza con su vida familiar, su trabajo y sus hijos, pues para ese entonces ya era madre de 4 pequeños.

“Tuve que dejarlo todo por un tiempo, pero siempre había algo dentro de mí que me insistía volver. A veces lo hacía en una que otra presentación, pero después me retiraba de nuevo. Así estuve varios años, especialmente porque me estaba dedicando a la crianza de mis hijos, al trabajo y también a terminar mis estudios. Actualmente el mayor tiene 20 años, mi hija 13 y los más pequeños 10 y 9. De hecho, mi princesa también ha decidido seguir mis pasos en la danza y yo la apoyo al cien por ciento. Es algo que viene de familia. ¡Imagínate! Tres generaciones dedicadas a esto que van desde la abuela, madre e hija. Es algo muy bonito porque también mi esposo se dedicó mucho tiempo al baile profesional en México, y aquí está planeando volver a hacerlo. Él es quien me ayuda a limpiar las coreografías que monto ahora que estoy como instructora impartiendo clases en el Centro de Arte Hispano de Omaha, pero por ahora está dedicando más tiempo a nuestros hijos más pequeños al igual que yo. Si por mí fuera, estaría de lunes a viernes dando clases, pero por ahora y por nuestros tiempos tratamos de organizarnos para no desatender cada una de nuestras facetas”, comentó.

Actualmente, Naty Aguilar es maestra de danza folclórica en el Centro de Arte Hispano de Omaha, lleva cerca de 24 años dedicándose a esto y, curiosamente, dentro del actual grupo en el que instruye y comparte su talento, da clases a su pequeña hija Elena Aguilar de 13 años, quien con un emotivo mensaje a su mamá agradece por todo el apoyo que le ha brindado a cumplir este sueño que la hace muy feliz, pues desde pequeña siempre se vio interesada en seguir los pasos de su amada madre y abuela, pero es hasta hoy que ha logrado materializar ese sueño pese a ciertas dificultades con su apoyo incondicional que, seguramente, la llena de orgullo.

Tres generaciones dedicadas a llenar el escenario con su sola presencia, tres generaciones que, a través de la danza, han logrado capturar los aplausos del público que gustoso mira, disfruta y logran sentir la pasión con la que hacen lo que con tanto esfuerzo y dedicación impregnan en sus presentaciones. Sin duda, una historia llena de varios matices que nos recuerda la importancia de nunca hacer de lado nuestros sueños porque como dice Naty:

“Háganlo y no se detengan. Si sienten amor a algo que desean hacer no lo duden. En cuanto a la danza, si el pie les tiembla cuando ven alguna presentación de baile y les dan ganas de bailar y aprender es porque de ahí son. No se den por vencidos, crean en ustedes mismos y apóyese de quienes crean en ustedes y en lo que saben hacer, porque solo así lograrán confiar y lograr eso que tanto sueñan. Ese fue mi mayor reto, además del tiempo, el creer en mí misma. Pero fue gracias a Leah, de quien he aprendido mucho, que hoy por hoy soy lo que soy y hago lo que hago. Así que háganlo o apoyen a sus hijos a desenvolverse en sus gustos porque eso puede significar bastante para ellos y podría ser el inicio de algo muy grande en sus vidas”, puntualizó.

Gracias a Naty Aguilar por compartirnos esta maravillosa historia de la que, seguramente en otros de nuestros números, continuaremos hablando.