Bienvenido 2023 y todo lo que su esplendor pueda traer con dicha, fortuna, amor, felicidad y mucha salud

Dicen que los primeros días del año se sienten bastante nostálgicos y pesados, en parte porque el espíritu de la navidad se comienza a desvanecer poco a poco, pero también porque muchos resienten el adiós de una etapa que marcó nuestras vidas de una u otra forma. Y es que, mientras que algunos comienzan el 2023 con alegría, emoción y llenos de dicha; otros simplemente se quedaron pausados en el tiempo debido a la pérdida de algún ser querido o alguna mala noticia con respecto a su salud. Así pues, comenzar un año nuevo no siempre tiene que ver con lo mejor que nos puede pasar, aunque así deberíamos tomarlo. Justo así, así como se expresa y dice: “metas nuevas, oportunidades nuevas, ¿y por qué no? Hasta vida nueva”.

Sí, ojalá todos tuviéramos la fortuna de sentir y apreciar esa gracia de un nuevo comienzo, pero muchas veces la apatía de las circunstancias nos ciegan a modo de que le damos más peso a aquello que ya no es, no está, pero lastima; que a todo aquello que puede ser, será y nos podría sanar. Es decir, no me malinterpreten, la pérdida de un familiar siempre será de las experiencias más tristes que nos podrán pasar, pero si nos enfocamos solo en la ausencia y nos quedamos varados en toda esa fuerza de destrucción causada por esa tempestad, jamás respiraremos el aire puro de un nuevo amanecer, ni viviremos en fortaleza y con dignidad para rendir honor a quienes se nos adelantaron por el apego a lo que es irrefutable, aunque desconocido.

No digo que es malo llorar hasta el cansancio, pasar por duelos, tirarnos sobre la cama un día o dos, o tres días enteros sin querer salir de casa. De hecho, no hay maldad en tratar de desahogar nuestro sufrimiento ante semejantes despedidas, pero el problema es que muchas veces nos quedamos estancados en un pozo que, en vez de sellar, continuamos cavando a gran profundidad. Encerramos nuestras alegrías y motivos de vivir por temor a olvidar cuando deberíamos de celebrar la vida y la muerte como una misma, como ese proceso por el que pasa nuestra existencia. Como un suspiro, un parpadeo, una sonrisa, un “descansa en paz” que yo seguiré bailando sin olvidarte, pero agradecido por la vida, por un día más que se nos ha otorgado para recordarnos que mientras estamos vivos, la vida es lo más precioso que Dios nos pudo haber regalado.

Así que, tú que has perdido a alguien no te pierdas también a ti. Tú que estás luchando por salir adelante, jamás te rindas. Tú que pides salud y te envuelven las preocupaciones, la fe hace milagros, y tú que estás feliz y pleno, comparte con quienes necesiten de esa luz aunque sea un poco de ti. Tal vez eso no cambie el mundo o a las personas, o el mundo de esas personas, pero, indudablemente, sembrarás en ellas la semilla de un nuevo inicio lleno de esperanza.