Las Comadritas | Lavadora Automática

Toc, toc … —Buenos días, comadrita. —BUENOS, COMADRITA. PASE, YA LA ESTABA ESPERANDO.  —Disculpe que llegue tarde al cafecito. —¿QUÉ LE PASÓ, COMADRITA? USTED SIEMPRE ES MUY PUNTUAL. —Fui a la lavandería y había mucha gente. Tal parece que a todos nos dio por ir a lavar la ropa el mismo día. —SÍ COMADRE, ACUÉRDESE QUE LA MAYORÍA DE LAS AMAS DE CASA LAVAMOS EL LUNES. —Pues no es mi caso comadre, yo lavo cuando no tengo ropa limpia que ponerme. —¡AY COMADRE! USTED NO ESCARMIENTA PERO, ¿POR QUÉ FUE A LAVAR FUERA? —Es que la lavadora se me descompuso. —¿OTRA VEZ COMADRE? —Así es comadrita, pero no me regañe, ya sé que es porque no la trato bien. —SÍ COMADRITA, EN EL TIEMPO QUE NOS CONOCEMOS LLEVA USTED TRES LAVADORAS. —Sí, y ya sé que usted tiene quince años con la misma. Lo que pasa es que ya no las hacen como antes, ahora las hacen para que no duren y compre uno más seguido otra. Además, no es lo mismo lavar para dos que para nueve. —TIENE RAZÓN COMADRITA, PERO ESTA ÚLTIMA NO TIENE NI DOS AÑOS. —El Jilemón ya anda viendo para pedir una en línea. —NO COMADRE, YO CREO QUE USTED DEBE IR A LA MUEBLERÍA Y VERLA EN VIVO. —Oiga comadrita, ¿a usted le tocó ir a lavar al río cuando vivía allá en Cuchillo Parado? —NO COMADRE, YO SOY DE MÁS “PACA”, PERO A MI ABUELITA CREO QUE SÍ. —¿Y su mamá cómo lavaba? —HABÍA UNA MUJER QUE PASABA A TODOS LOS RANCHOS A LAVAR ROPA. SE LE CONOCÍA COMO “AURELIA LA LAVANDERA”.  TENÍA COMO UNOS CUARENTA AÑOS Y ERA SOLTERA, NO LE GUSTABA QUE LE DIJERAN “SEÑORA”.  ERA MUY ALTA Y FUERTE, Y PEINABA SU CABELLO, MUY NEGRO, CON CHURROS EN LA FRENTE. MAMÁ TENÍA UNA TINA GRANDOTA QUE PONÍA SOBRE LEÑA; AHÍ ECHABA AURELIA LA ROPA BLANCA Y LA HERVÍA CON JABÓN DE BARRA. LUEGO LA IBA SACANDO Y TALLANDO.  LA ROPA QUEDABA MUY LIMPIA Y LUEGO SE SECABA AL SOL. AURELIA IBA CADA QUINCE DÍAS A LAVAR LA ROPA PESADA. LUEGO, CUANDO LLEGÓ LA ENERGÍA ELÉCTRICA, MAMÁ COMPRÓ UNA LAVADORA USADA DE RODILLOS, PERO A AURELIA NO LE GUSTABA USARLA. —Muy interesante comadrita. Por cierto, ¿quiere que le cuente una anécdota? —SOY TODA OÍDOS, COMADRE. —“Vivíamos en Juárez, Chihuahua. Mi hermanita iba todos los sábados a una lavandería automática que estaba cruzando el puente, en El Paso, Texas. Casi siempre llevaba a sus dos hijos.  Frente a la lavandería había unos edificios del gobierno donde vivían jubilados. Los edificios eran ya muy viejos y el gobierno decidió demolerlos.  Los demoledores no iban los sábados y mis sobrinos, que en ese entonces tenían nueve y diez años, decidieron ir a curiosear y se subieron a los escombros. Encontraron una cajita con rollos de billetes. Ellos creyeron que eran de juguete, así que los desenrollaron y metieron en la guantera del auto. Cuando mi hermana se subió al auto, ellos abrieron la guantera y los billetes cayeron como cascada al piso del carro. Los billetes se veían como antiguos y eran de diferentes denominaciones. Ella los acomodó y contó novecientos dólares. Ella no sabía si eran auténticos, por lo que los llevó con un tío que trabajaba en un banco y él le dijo que si valían. Con ese dinero se compró su lavadora y secadora automáticas y hasta le sobró dinero. —PUES QUE BUENA SUERTE DE SU SISTERSITA COMADRE. —¡Verdad que sí! Bueno comadre ya la dejo, gracias por el cafecito… ¡Hasta pronto!