El Seguimiento a la Fe

Nuestra fe nos llama a morir a nosotros mismos. Aunque hay riesgos al vivir nuestra fe, nuestro gozo se realizará plenamente cuando Cristo venga de nuevo. La gracia de Dios nos permite enfrentar cualquier prueba y tener vida eterna. Me gustaría compartir la siguiente reflexión de Matthew Ryan, OFM
1) La letra y el espíritu de la ley deben guardar un equilibrio justo.
a) Los siete hermanos que se negaron a comer carne de cerdo para mostrar rechazo a su fe judía son una inspiración. Afortunadamente, Jesús nos dice en Mateo 15:11 que lo que tragamos no es tan importante como lo que decimos.
b) Ninguno de nosotros es perfecto. Debemos luchar por la perfección y, paradójicamente, reconocer que nunca la lograremos plenamente.
c) La gentileza con nosotros mismos nos permite ser gentiles con los demás y sus imperfecciones. En Mateo 7:1-2, Jesús nos dice que la medida que usamos para juzgar a los demás se usará para juzgarnos a nosotros.
d) La forma en que tratamos a los demás refleja lo que pensamos de nosotros mismos y de nuestra relación con Dios.
e) Vivir el Evangelio desafía la complacencia. Si nos sentimos seguros de nuestra disciplina, debemos examinar el espíritu de lo que estamos haciendo.
f) ¿Cómo me está moviendo el Espíritu Santo? Si confiamos en la inspiración del Espíritu, ¿vivimos con suficiente disciplina para actuar?
2) La oración abre caminos para que fluyan las gracias que provienen de Dios.
a) Dios no necesita nuestra alabanza, pero necesitamos darla porque la alabanza nos une al creador del universo, a quien nos atrevemos a llamar Padre. A través de la oración nos damos cuenta de las gracias en nuestras vidas.
b) La oración intercesora es parte de nuestra fe. Los autores del Antiguo Testamento alababan, lamentaban y oraban por la intercesión de Dios. Jesús también oró por la ayuda de Dios. San Pablo pidió que los fieles oraran por él.
c) Nos animamos unos a otros con nuestras oraciones. El fruto de estas oraciones nos da valor para vivir la vida cristiana.
d) La gracia de Dios es una fuente insondable, inagotable, siempre disponible en nuestro camino terreno. Cuanto más experimentemos esta gracia, más confiadamente podremos confiar en ella.
3) Estamos hechos para estar con Dios.
a) Debemos recordar que estamos hechos para el cielo. Si enfrentamos dudas, temor o falta de fe, siempre podemos volvernos al Espíritu Santo. Debemos pedirle guía al Espíritu Santo.
b) El cielo es nuestro destino, pero el Espíritu Santo nos llama a la acción aquí y ahora. Necesitamos ver a Cristo en nuestro prójimo y hacer la obra de amar a los demás, especialmente a aquellos que son pobres y marginados.
c) El amor es una acción. Estamos llamados a levantarnos, saltar y ser las manos y los pies de Cristo. Hacemos un llamado al Espíritu Santo para que rechace el volumen actual de pensamientos negativos y críticas.
d) El cielo es un paraíso con muchas habitaciones que Dios ha preparado para nosotros. Jesús es el camino al cielo. Debemos preguntarle: ¿Estoy siguiendo tu camino? ¿Es mi vida actual agradable para ti?
Jesús es el camino, la verdad y la vida. Debemos hacer lo que Él nos dice que hagamos. Jesús nos dice que celebremos la Eucaristía en su memoria. Al pasar a la mesa eucarística, reflexionemos sobre todo lo que Jesús ahora nos está pidiendo que hagamos. Invoquemos al Espíritu Santo para que nos dé el valor de dar el siguiente paso en nuestro camino de fe.