Reflexión Semanal – El Bebé Sin Nombre

Hubo una vez un bebé sin nombre, le dijeron que se llamaba “no nacido”. Nadie le puso una pulsera con su nombre, nadie preguntó si lo llamarían como su papá o como el abuelo, nadie supo siquiera si se parecía a su mami, si tenía sus cabellos rubios o marrones. ¡Nadie supo nada de él! Simplemente se lo llevaron y lo pusieron en un lugar apartado, un lugar en el que estaban aquellos a los que nadie había nombrado aún. Nadie lo vistió tiernamente ni se lo dieron a su mami para que lo acunara. A ella la dejaron al lado de otras mamás con sus bebés llorando en consuelo, uno se llamaba Mario, quizá una niña era Ana, otro tal vez era Miguel, quizá el que más lloraba se llamaba Juanito. Ella solo los veía y escuchaba, pensando en su bebé sin nombre. Sin una cobija caliente que lo cubriera y sin esa ropita tan linda que ella había imaginado tanto. ¡Ella lloró en silencio! Lloró el llanto que no escuchó en su bebé. Lloró el llanto que había guardado para el momento de verle. Lloró el llanto más triste que pudiera existir: el llanto silencioso de una madre. Una madre sin nombre, la mamá de un bebé sin nombre. Dos desconocidos en el mundo, relegados al vacío de los olvidados, arrinconados en una esquina viendo pasar el tiempo.

¡Sí! Había un bebé al que ella no había nombrado aún. Pensó en llamarlo de mil maneras mientras que los demás lo llamaron de muchas formas. Algunos le dijeron “producto”, otros se refirieron a él como “nonato”, los más compasivos lo llamaron “Angelito”, pero ella… Ella lo llamó como solo él y ella sabían. Un nombre con el que ella lo identificaría cuando pudiera subir al cielo a su lado. Y entonces se despidió de él, nombrándolo como todos los ángeles, como todas las flores, como todas las olas del mar, lo nombró como todos los recuerdos que jamás tendrían juntos, lo nombró como a la vida misma. ¡Lo nombró hijo! Y nunca nadie pudo quitarle ese nombre, ni ese dolor, ni esa tristeza, pero tampoco pudieron quitarle ese amor y, desde entonces, ese bebé sin nombre la espera desde ese día al lado de un paraíso hecho sólo para los dos.