Todo Nuevo: Hombres, Cielo y Tierra

PADRE JAIRO GREGORIO CONGOTE

Hemos de preparar el camino a Cristo al acelerar la venida del Señor y del cielo y tierra nuevos que esperamos, donde habite la justicia. Todo esto significa que solamente mediante una profunda conversión personal y comunitaria haremos posibles el adviento del hombre nuevo y las condiciones que propicien el cambio de estructuras para crear una sociedad más humana.
El Bautista pregona a orillas del río Jordán un bautismo de conversión. Esta consiste en un cambio radical de mentalidad y actitudes interiores, que se traduce en una nueva conducta moral. Motivo y finalidad de la conversión a Dios que el Bautista pide es preparar el camino al Señor que ya viene; para eso propone el bautismo como signo de esa conversión y del perdón de los pecados que la gente confesaba ante él. El profeta del desierto es consciente de que el bautismo de agua que él administra no es más que un signo provisional del nuevo bautismo en el Espíritu Santo que impartirá el que viene a continuación, el mesías Jesús, tan superior a él mismo que no se considera digno ni de desatarle las sandalias.
Para acelerar la venida del Señor lo logramos con una vida santa y piadosa. Pues nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia. Debemos preparar los caminos del Señor que viene a inaugurar su reinado de verdad, justicia y paz, en el que hemos de trabajar con ilusión hasta la culminación final del reino de Dios, que todavía esperamos. Confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia. Anhelamos un mundo nuevo en que sea realidad el programa de Jesús en el discurso del monte: espíritu de las bienaventuranzas, cumplimiento pleno de la voluntad de Dios, fidelidad intachable, amor, perdón y hermandad universal bajo nuestro Padre común del cielo. Podemos anticipar lo que esperamos: una nueva tierra como anticipo del nuevo cielo que anhelamos. La condición previa es hacer presente la fidelidad al reino con nuestra conducta irreprochable, animada por el amor de la espera. El futuro soñado y maravilloso puede empezar a ser realidad ya desde ahora en nuestro bajo mundo, con tal que mejoremos el presente; porque en él está el germen del futuro.
Cristo es la novedad radical, el hombre nuevo que nos transforma, a su imagen, en hijos de Dios y hermanos de los demás por el bautismo del Espíritu y por la nueva alianza en su sangre. Dios está presente entre nosotros y camina a nuestro lado por el desierto de la historia humana. ¡El despertar de un hombre y mundo nuevos! Este es el mensaje bíblico del adviento. Hombres y mujeres nuevos a la medida de Cristo Jesús, para que seamos fermento capaz de transformar desde dentro las estructuras familiares, laborales, políticas y económicas posibilitando el nacimiento del hombre y mundo nuevos. Amén.